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Naoya Inoue y Nonito Donaire. LAPRENSA/TOMADA DE JAPAN TIMES

El Monstruo japonés devora a un futuro Salón de la Fama con sufrimiento incluido

Naoya Inoue cruzó este jueves la frontera de lo que es ser un buen boxeador a un espectacular pugilista. El ídolo en Japón utilizó el último recurso de los verdaderos guerreros: el alma para vencer

Naoya Inoue cruzó este jueves la frontera de lo que es ser un buen boxeador a un espectacular pugilista. El ídolo en Japón utilizó el último recurso de los verdaderos guerreros: el alma para vencer y, unificar los cetros de la AMB y FIB ante el filipino Nonito Donaire, por decisión unánime (114-113, 117-109, 116-111). Fue un combate disputado en medio de la lava volcánica, eran dos peleadores alérgicos a huir de la iniciativa. Inoue, favorito para conseguir el triunfo, estaba  siendo domado por el veterano de diez años mayor, quien le reventó la ceja derecha desde el segundo asalto, le había soportado su golpeo y tenido al borde del nocaut en el noveno.

No obstante, Naoya detuvo su inicio explosivo cuando la izquierda de Donaire le explotó en la cara. Donaire mostraba una calma destructiva, se pensó que haría una pelea hacia atrás y al contragolpe, no fue así. Decidió quedarse en el centro del ring o seguir al rival si era necesario. A pesar de ser asustado en el segundo round, Inoue salió en el tercero precavido aunque más efectivo. El filipino se recuperó en el cuarto, pero en el quinto Inoue retomó el mando y con la mano derecha tambaleó al filipino que necesitó del amarre para sobrevivir.

Sin embargo, la pelea dio un giro llamativo. El filipino siempre paciente, exacto en sus combinaciones y con una capacidad de asimilación envidiable para alguien de 36 años, giró la reyerta. Sumó el séptimo y octavo, un preámbulo para lo que se vería en el noveno. Un recto de derecha a la mandíbula desinfló a Inoue, le tambalearon las piernas. Como si fuera un juego de tronos, el filipino estaba a punto de derribar a un dragón. No pudo completar la proeza, no por falta de olfato ni pegada, sino porque cuando sos 10 años mayor, dar un golpe de gracia no es tan sencillo como pensarlo. También Nonito tomó la decisión de recuperar oxígeno en la segunda parte del asalto.

Pero Inoue no estaba muerto. Tambaleó el hombre y despertó su alma de guerrero. Salió ganar el décimo asalto para igualar la pelea y rematar en el undécimo. El japonés sintió que era todo o nada. Sangrando por la nariz y con una cascada roja en la ceja metió un gancho de izquierda al hígado para acabar con la pelea. Nonito se recuperó para sobrevivir, aunque el adiós al combate era evidente. Terminó en pie por orgullo, pero el dragón asiático estaba de vuelta, mostrando una faceta más allá del nocaut: resistencia, capacidad de asimilación, atrevimiento para tomar riesgos y su pase a la élite.

Deportes boxeo Naoya Inoue archivo

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