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¿Por qué acceder a la universidad en Nicaragua se ha convertido en un lujo para los bachilleres?

Este año se bachilleraron 62 mil estudiantes y ahora, según expertos, entrar a la universidad es más complicado que antes de abril de 2018. Estas son las razones

Convertirse en un universitario en Nicaragua se vuelve un desafío cada vez más difícil de cumplir. El 89 por ciento de los 62 mil bachilleres que se gradúan este año aspiran a iniciar sus estudios profesionales en un país en recesión económica, altos niveles de desempleo y una crisis sociopolítica sin resolverse. Entrar a la universidad es más complicado ahora que antes de abril de 2018, concluyen la mayoría de expertos consultados por LA PRENSA.

La mayoría estudiantes que finaliza su secundaria apuesta por ganarse un lugar en las universidades públicas. La Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (Unan-Managua) es una de las principales opciones de los bachilleres, a veces, la única. Esmelda Guevara quiere estudiar Diseño Gráfico o Mercadeo en esa casa de estudios, pero si no logra entrar, su opción sería estudiar una carrera técnica.

La UNAN-Managua ha sido una de las universidades más criticadas por favorecer al régimen orteguista y no condenar la violencia perpetrada contra los estudiantes que se atrincheraron en su recinto central por un poco más de dos meses en el 2018, y padecieron un feroz ataque el 13 de julio por parte de grupos parapoliciales. La estrategia represora de la dictadura Ortega-Murillo provocó que gran parte de los universitarios dejaran sus estudios y huyeran ante el temor de ser encarcelados o que las amenazas contra su integridad se cumplieran.

Lea además: La forma con la que el régimen orteguista destruyó el sueño de los universitarios 

El rector de la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli), donde se atrincheraron estudiantes y jóvenes de los barrios cercanos al recinto, convirtiéndose en un bastión de la lucha cívica, Norberto Herrera, asegura que en el 2017 contaban con 10, 150 alumnos, pero con el estallido social de 2018, la población estudiantil disminuyó a siete mil. “Estamos hablando de perder casi un tercio de la población que teníamos antes de 2018”, expone.

La situación no ha sido diferente para las universidades privadas, cuyos recintos no fueron afectados de forma directa, pero los estudiantes empezaron a desertar por la inseguridad, el temor de ser apresados por la Policía, la imposibilidad de sostener sus estudios, entre otras razones. En palabras del presidente del Consejo Superior de Universidades Privadas (Cosup), Adán Bermúdez, hubo un efecto “desastroso” porque casi el 50 por ciento, en promedio, de los estudiantes no regresaron a las aulas de clases eso significa que unos 25 mil estudiantes no retomaron sus estudios.

De la cantidad de jóvenes que se fueron, según estimaciones del Cosup, de un diez a quince por ciento ha retomado sus estudios. Bermúdez habla de un doble efecto de la crisis sobre la educación superior; el primero es que no se está recuperando la cantidad de estudiantes que había previo a la crisis; y segundo, la matrícula no está siendo lo suficientemente alta para compensar ese déficit de estudiantes. La situación económica en Nicaragua ha afectado a la familia y lo va a seguir haciendo mientras no haya una señal positiva para que el país retome el rumbo hacia la inversión, explica el académico.

“El efecto que tenemos sigue siendo para la educación en Nicaragua porque los estudiantes que se fueron no están regresando por cuestiones económicas y también, puede ser por cuestiones de inseguridad”, expresa Bermúdez.

Inversión en educación supera salario mínimo

Un bachiller sin beca que desee estudiar Administración de Empresas en la Universidad Centroamericana (UCA), por ejemplo, deberá invertir por asignatura 100 dólares, si lleva cuatro clases por semestre serán 400 dólares, equivalentes a 13, 512 córdobas según el cambio oficial. Dicha cifra representa un poco más del triple del salario mínimo que devenga cualquier persona que trabaja en el sector agropecuario (4,176), que es el más bajo de los diez sectores, y que quedaron congelados hasta el 2020.

Antes de la crisis no todos los bachilleres accedían a la universidad, pero se estaba en un proceso de crecimiento, aun con alto nivel de informalidad, había ingresos para invertir en educación explica el economista Luis Murillo. En cambio, ahora las familias al perder dichos niveles de ingresos formales o informales no tienen capacidad para poder invertir en capital humano, ya sea en universidades públicas o privadas.

Este es el caso de Katya González, una adolescente de 17 años que soñaba con estudiar Medicina Veterinaria en una universidad privada. Sus padres no sufrieron el golpe de verse en el desempleo de un momento a otro porque realizaban trabajos por cuenta propia; sin embargo, la demanda de sus servicios se ha visto afectada.

“Yo soñaba con estudiar veterinaria para este año (2020), y creo que no se va a poder”, dice. González asegura que estudiará Marketing en una universidad privada, cuyos aranceles sí pueden ser costeados por sus padres. La joven considera que esta opción académica le permitirá tener más salidas laborales que la que anhelaba desde niña. La crisis del país incidió en su proyecto de vida; el aumento de los costos de la canasta básica, el de los servicios básicos y la disminución de ingresos familiares fueron determinantes.

“Si antes mis decisiones iban para el norte, ahora van para el sur; fue un cambio de 180 grados”, inicia el relato la joven, sentada en un sofá de la sala de su casa, enfrente de su mamá, Nora Velásquez. Ella cuenta que las ventas “bajaron” por la misma situación económica. Hablaron con su hija para buscar alternativas y garantizarles sus estudios.

“De dónde vamos a sacar, digo yo, plata, para que ella este en una universidad como ella quería. Entonces se le concientizó, se le hizo ver, y esta clara de la realidad, de todo”, expresó su mamá.

El economista Murillo explica que antes de la crisis los jóvenes contaban con la posibilidad que sus familias los mantuvieran en universidades de “garaje”, pero con la actual situación ve dos opciones: la migración o tratar de ser parte del mercado informal para generar ingresos.

LA PRENSA/LUIS GONZÁLEZ

Programas de becas en incertidumbre

Cientos de estudiantes accedían a universidades por medio de programas de becas. La UCA fue una de las más afectadas en el 2019 en materia presupuestaria. Sufrió un recorte de 26.7 por ciento a través del seis por ciento constitucional. Le redujeron casi 70 millones de córdobas, lo que equivale al fondo de becas de más de dos mil estudiantes. Esto provocó que no se otorgaran becas a estudiantes de nuevo ingreso en el 2019.

“Para el año 2020 el otorgamiento de becas de nuevo ingreso estará en dependencia de la asignación estatal”, aseguró la administración de la UCA, vía correo electrónico a este periódico. El presidente del Cosup, Adán Bermúdez, explicó que lo que se podría hacer es ampliar los programas de becas parciales con el objetivo de facilitar el ingreso de los estudiantes, y a la vez, que la universidad sea sostenible.

El rector de la Upoli explica que cuentan con un poco más de mil estudiantes con becas completas, otros 300 parcialmente subvencionados, y además, existe un fondo propio destinado para excelencia académica. Estos programas, los cupos para estudiantes dependerán de la mantención de un presupuesto similar al de 2019 para el ciclo 2020.

De universidad privada a pública

Javiera Gutiérrez se debate en elegir la carrera de Psicología o Mercadotecnia. Anhelaba estudiar en una universidad privada, pero la situación económica de su mamá se lo impide. Ahora estudia español y matemática con el propósito de aprobar el examen de admisión en la Unan-Managua. Cuenta que su mamá es su principal sustento, pero no sabe en qué momento podría quedar desempleada por la misma inestabilidad que vive el país.

La adolescente considera que con la crisis sociopolítica es difícil acceder a la universidad; sin embargo, de su salón de clases todos aspiran a continuar sus estudios. “(…) Es difícil porque las universidades están ofertando sus carreras pero el desempleo de muchos padres de familia está generando que muchos jóvenes no estudien”, expresa.

Universidades en ebullición

Después del despertar de los universitarios, los recintos se han convertido, unos más que otros, en centros de control. En palabras de Jorge Mendoza, director ejecutivo del Foro de Educación y Desarrollo Humano (FEDH), los bachilleres están próximos a entrar a un centro de estudios donde todavía las cosas “no están normales”, ya que la Unión Nacional de Estudiantes Universitarios (UNEN) y las autoridades se encuentran en la búsqueda y caza de los estudiantes que participaron en marchas y protestas.

En la UNAN- Managua es donde más se tiene control sobre lo qué hacen los estudiantes. El doctor Herrera, rector de la Upoli, asegura que en esa universidad los estudiantes tienen plena libertad de manifestarse de la forma que deseen. “Nosotros aquí respetamos la posición ideológica de los estudiantes, ya es cuestión de ellos como estudiantes qué tipo de actividad quieran realizar. Nosotros hemos estado en una especie de clima de paz, de tranquilidad, de reconciliación y felizmente no ha habido ningún brote de violencia en la Upoli”, sostuvo.

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