Si hay algo que resultó verdaderamente admirable en Cristofer González, mientras daba el salto a la cúspide de las 112 libras del CMB en abril pasado, fue la intensidad de su actuación.
González no paró de lanzar golpes. Se mostró incontenible y dio tal impresión de seguridad que su victoria ante el fiero japonés Daigo Higa, resultó increíblemente cómoda, sin espacio a ninguna duda.
Ese fuego, capaz de devorar al más temible oponente y que dejó también en el camino al irlandés Paddy Barnes en agosto, no se vio este sábado en Londres en su pelea ante Charlie Edwards.
Y no es que Edwards haya resultado una fiera con piel de cordero. No. Lo que pasó es que Cristofer no se afiló bien y cuando su combustible se agotó, el inglés aún tenía cuerda para moverse.
Las tarjetas de los jueces fueron un desastre. Una exageración sin sentido, pero no hay dudas que le ganaron al nica. Mi tarjeta fue 115-113 a favor del británico, quien supo administrarse mejor en la recta final del combate.
A González le faltó fuego porque no tuvo las mejores condiciones deportivas. La intensidad que mostró ante Higa y Barnes no se vio porque careció del soporte físico necesario para mantenerse dentro de la línea de tiro.
De modo que a González no lo derrotó Edwards, un peleador inferior si se compara con Higa e incluso con Barnes. Lo derrotó su exceso de confianza y haber ubicado mal sus prioridades.
Quizá lo más importante, es que Cristofer es un buen peleador, tiene el material para intentar un regreso y la juventud para recuperar la intensidad que exhibió en abril pasado. La clave será no perder el enfoque.
Los buenos peleadores, esos grandes de verdad, utilizan las caídas para levantarse con más vigor. Una victoria pudo haber ocultado un problema que tiene ver con sus prioridades. Vamos a ver si Cristofer lo comprende.