No hay críticas para Canelo, sino halagos. Ese boxeador al que muchos lo han catalogado como un producto de las grandes televisoras enterró una vez más ese flojo argumento. Durante todo el año Golovkin pasó exigiéndole que no se corriera y que se plantara en el centro del cuadrilátero, y el coraje de Álvarez, seguramente en contra de sus entrenadores, quedándose a menos de un metro del kazajo salió a relucir. Golovkin no supo manejar a un rival que entró a su terreno y se estableció en 12 rounds.
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Los dos jueces que vieron ganador a Canelo (115-113) no hicieron otra cosa que testificar la gesta de Álvarez (uno vio empate), sin exagerar en la utilización de esa palabra. Ningún peleador que se haya quedado frente a frente a Golovkin había contado el cuento, y mucho menos salido victorioso. Las palabras de Canelo en la gira publicitaria no sonaron huecas, la noche del sábado en Las Vegas, en la cual consiguió una decisión mayoritaria y se consagró como el mejor peso mediano de la actualidad, ratificó sus expresiones.
El combate cumplió con las expectativas. Canelo, siendo más boxeador, con más recursos y mejores combinaciones y movimientos de piernas decidió estancarse en la estrategia de los “corajudos”: cara a cara, golpe por golpe, resistir para triunfar. El problema es que Golovkin, quien se presentaba como aquel boxeador con instinto asesino y de puños de hierro no supo aprovechar el orgullo del mexicano. Quedó pávido, nunca se desbordo, nunca tomó todos los riesgos necesarios que se le piden a un pegador, sino que trató de mantener la pauta y encontrar distancia con su temible jab. Canelo soportó los mejores golpes del kazajo e inteligente mente ripostó con su izquierda en los bajos y su derecha en volado.
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Saúl empezó ganando dos de los primeros tres asaltos: tenía la iniciativa, una mente sin miedo y un enfoque sin igual. Daba la impresión que Golovkin pecó de exceso de respeto a los puños del rival. En el quinto y sexto el azteca ratificó su ventaja y en muchos asaltos cruciales como el octavo y noveno en donde la diferencia muy limitada daba la impresión de mejoría para Golovkin —por las segundas partes de los asaltos— sin embargo, los comienzos con iniciativas y golpes limpios de Canelo no se podían olvidar.
suspenso final
En la recta final Golovkin probó la resistencia y aguante de Canelo. El décimo y undécimo asalto apuntados para el campeón requerían un cierre en el último round para, por lo menos, asegurar un empate. Eso lo supo la esquina de Álvarez, quien salió a ganar su combate en el asalto 12. Canelo terminó con su corazón en los dientes sacudiendo el rostro cortado de Golovkin, mientras el corte en la ceja izquierda de Canelo nunca dio problemas.
Canelo una vez más demostró ser una realidad, ya le había ganado hace un año haciendo un combate al contragolpeo y ahora reflejó que también pudo conquistar la tierra del pegador. La trilogía está a la vuelta de la esquina. Canelo más maduro y Golovkin más viejo.